La función de cuidar de los enfermos, niños y ancianos ha correspondido por siglos a la mujer. Esa tarea ha estado contenida en la asignación del género femenino al servicio doméstico. Y a pesar de la información basada en la experiencia sobre herbolaria o las necesidades de los enfermos, ese saber acumulado, transmitido por generaciones, fue insuficiente para que las mujeres tuvieran un reconocimiento sobre su participación, para la conservación o recuperación de la salud familiar.